Me gusta dibujar retratos por una razón muy simple: no soy nada observadora. Podéis pensar que no tiene nada que ver, pero tiene mucha relación. Al dibujar a alguien es inevitable si quieres lograr el máximo parecido que te fijes al milímetro en cada detalle, en cada sombra, en cada imperfección... y ahí esta la relación. Yo, que no suelo fijarme en nada, me veo obligada a analizar cada detalle, cada sombra y cada imperfección de la persona a la que dibujo. Es mi manera de memorizar a las personas.

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