Y cada vez el ruido se hacia mas ensordecedor

Y sin avisar tenía sobre ella el peso de todo lo que no había vivido. Al principio cada vez que se repetía cerraba los ojos y respiraba hondo, hacía caso omiso a su pulso acelerado y a la rabia que se apoderaba de ella. Pero tras varias semanas así se despertó en el instante en que atravesaba una pared de ladrillos, o un armario, no estaba segura. Al otro lado había oscuridad. Llevaba puesto un chubasquero y unas botas enormes. El ruido la confundía y no era capaz de entender si se movía o no. Seguía al río para mantener una referencia, pero al llegar a la cascada sólo pudo atravesarla. Una tromba de agua de un peso impredecible le cayó sobre la nuca y la aplastó contra el suelo dejándola inmóvil, pero consciente de lo estúpido y peligroso de su situación.

No siempre se puede ilustrar con una foto

Pero sobre mi cabeza no había ni Luna ni estrellas. Sólo diversas capas de tinieblas gravitando sobre mí. Sin un soplo de viento, el aire estaba estancado. Todo pesaba más que antes. Me parecía incluso que la densidad de mi propio ser había aumentado. Era como si mi aliento, el eco de mis pisadas y el acto de subir y bajar la mano experimentaran con otra realidad. Una realidad de la que mi mente empezaba a ser consciente de una manera más lenta que mi cuerpo. Tenía la necesidad de cerrar los ojos y centrarme en mi estómago. Tenía náuseas.

El fin del mundo


Ya casi era media noche y las luces de la mayoría de las ventanas estaban apagadas. Él me tiró de la mano y, como si quisiera huir de la mirada de un enorme pájaro que acechara a los hombres desde lo alto, cruzó a paso rápido aquella calle y se detuvo debajo de la cornisa. Cuarenta y tres segundos después desapareció.

*