No siempre se puede ilustrar con una foto

Pero sobre mi cabeza no había ni Luna ni estrellas. Sólo diversas capas de tinieblas gravitando sobre mí. Sin un soplo de viento, el aire estaba estancado. Todo pesaba más que antes. Me parecía incluso que la densidad de mi propio ser había aumentado. Era como si mi aliento, el eco de mis pisadas y el acto de subir y bajar la mano experimentaran con otra realidad. Una realidad de la que mi mente empezaba a ser consciente de una manera más lenta que mi cuerpo. Tenía la necesidad de cerrar los ojos y centrarme en mi estómago. Tenía náuseas.

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