El matasellos

Se acercaron a la grieta cogidos de la mano. Él se detuvo unos pasos antes, ella se soltó y se acercó tanto que su nariz tocaba la fría roca. Estuvieron así unos segundos, unos minutos; ella se giró, miró su mano aún tendida en el aire y se adentró en la oscuridad. No quería hacerlo, pero tenía que hacerlo.Una vez dentro no veía nada, ni siquiera la silueta de él de pie, bañado de luz en la entrada de la grieta. Sintió que la agarraban del cuello y le hacían seguir adentrándose. Pero no quería hacerlo, aunque tuviera que hacerlo.

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