Llevo mi cámara y todas sus cositas en una bandolera, es de la marca Olympus y mi cámara es una Canon, por eso la gente a veces me mira un poco raro (además de que la mochila está llena de hilillos y tiene el velcro un tanto débil ya), pero es que la gente suele ser tonta y no entienden que yo la lleve porque me dé la real gana. Esa bandolera la llevaba mi padre, de quien heredé casi seguro todo mi interés en la fotografía, estoy segura de que le haría sonreír verme con mi réflex sacando fotos a flores como siempre hacía él. Era su pasión y de pequeña yo, que no era tonta, sabía que le hacía ilusión que siempre siempre siempre me dejara hacer fotos. Por eso soy la que más fotos de enana tiene entre mis hermanos.
" La primera categoría anhela la mirada de una cantidad infinita de ojos anónimos, o dicho de otro modo, la mirada del público. Ese es el caso del cantante alemán, de la actriz norteamericana y también del redactor con largas barbas. Estaba acostumbrado a sus lectores y, cuando un buen día los rusos cerraron su semanario, tuvo la sensación de que el aire era cien veces más enrarecido. Nadie podía reemplazarle la mirada de los ojos desconocidos. Le pareció que se ahogaba. Entonces fue cuando advirtió que la policía vigilaba todos sus pasos, que oían sus conversaciones por teléfono y que hasta le sacaban en secreto fotos en la calle. ¡De pronto los ojos anónimos estaban otra vez en todas partes y él podía respirar de nuevo! ¡Estaba feliz! Se dirigía con voz teatral a los micrófonos de las paredes. Había encontrado en la policía al público perdido.
La segunda categoría la forman los que necesitan para vivir la mirada de muchos ojos conocidos. Estos son los incansables organizadores de cócteles y cenas. Son más felices que las personas de la primera categoría quienes, cuando pierden a su público, tienen la sensación de que en el salón de su vida se ha apagado la luz. A casi todos ellos les sucede esto alguna vez. En cambio, las personas de la segunda categoría siempre consiguen alguna de esas miradas. Entre éstos están Marie-Claude y su hija.
Luego está la tercera categoría, los que necesitan de la mirada de la persona amada. Su situación es igual de peligrosa que la de los de la primera categoría. Alguna vez se cerrarán los ojos de la persona amada y en el salón se hará la oscuridad. Pertenecen a este grupo Teresa y Tomás.
Y hay también una cuarta categoría, la más preciada, la de quienes viven bajo la mirada imaginaria de personas ausentes. Son los soñadores. Por ejemplo Franz. El único motivo de su viaje hasta la frontera de Camboya fue Sabina. El autobús traquetea por la carretera tailandesa y él siente que su larga mirada se fija en él."
Milan Kundera
Alguien me contó que llevaba 100 días encerrada en aquel bar pidiendo fuego o alguna pista que le ayudara a encontrar la luz dentro del laberinto, el mapa donde está escondido el mar donde arden las promesas donde solías naufragar. Cien días escondiéndose del gris cielo de marzo y sus atascos, tragando niebla por la nariz, soñando contigo en los lavabos, jurando no salir con vida, sellando todas las salidas, buscando en un mar de ginebra una playa en la que encallar.
Me da igual salir con gente que no conozco. Puedo levantarme con ganas de ser simpática o con ganas de pasar de todo, si estoy en un día afortunado y me convierto en ser sociable, la gente no suele caerme bien (no es culpa mía, es que hay mucha gente gilipollas, y bastante tengo conmigo misma). Sé que yo les caigo bien, pero mientras me hablan no puedo evitar juzgar y sacar conclusiones. Eso no quiere decir que no haya gente buena, gente buena puede caerme mal. En realidad no sé cuál es la combinación de conclusiones que tengo que sacar para que alguien me caiga bien, eso lo decide mi subconsciente y yo ni me entero, sólo sé que hay demasiada gente gilipollas, y pocos gilipollas me caen bien.
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