Las ganas de inventar y una tiza al cielo marcarán la frontera de mi razón. Un arsenal de paciencia y celos nos recuerdan que las chicas no pagan dinero y a la vez que lo sagrado siempre es pequeño, tus fantasmas no pueden resucitar. Mi colección de angelitos negros nos recuerdan que tenemos lo que merecemos. Lo sé, porque muchos ya se fueron y hoy sigo sus pasos al caminar. Y aquí, tú y yo, sólo quedamos los buenos, nadie nos enseña dónde parar. Que no te asuste el desgastarme, soy eterno, y esas manos tan puras como el coral. Ya llegará lo del cementerio y sólo entonces lo mismo será que no serlo.

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