Nos hacemos mayores. Tú también lo notas, ¿no? Claro, vaya pregunta. Los sitios ya no están vacíos, vamos llenando de recuerdos cada rincón. Van apareciendo sentimientos nuevos, retos y metas.
Hay días en que me sorprendo a mí misma pensando en hace años, en cómo ha cambiado mi vida en tan poco tiempo, y a la vez, qué poquito ha cambiado.
Qué voy a decir, sigo siendo un lío andante, pero puede que empiece a entender de qué va esto de hacerse mayor.
Mari y Takakashi están sentados en los columpios, uno junto al otro, en un parque desierto a altas horas de la madrugada. Takakashi tiene los ojos clavados en el perfil de Mari. En su rostro se lee desconcierto. Prosigue la conversación de antes.
-¿Que no quiere despertarse, dices?
Mari no responde.
¿A qué te refieres?- pregunta él.
Mari enmudece y mira hacia el suelo. Vacila, aún no está preparada para hablar de ello.
- Oye, ¿y qué tal si camináramos un poco? -propone Mari.
- Vale. De acuerdo. Andar es bueno. Anda despacio y bebe mucha agua.
- ¿Y eso qué es?
- Ése es el lema de mi vida. Anda despacio y bebe mucha agua.
"Son muchos los hombres que han sufrido moral y espiritualmente del mismo modo que tú. Felizmente, algunos de ellos han dejado constancia de su sufrimiento. Y de ellos aprenderás si lo deseas. Del mismo modo que alguien aprenderá algún día de ti si sabes dejar una huella. Se trata de un hermoso intercambio que no tiene nada que ver con la educación. Es historia. Es poesía."
Cuando te vi dormido el otro día, solo y habiéndote alejado de mí, me quedé un rato mirándote y te saqué una foto. Esa foto es para mí, porque verte así me recuerda tu reacción cuando te desperté: ni un sólo gruñido, ni una sola queja por haberte echado de la cama, ni un mal comentario por haberte despertado... simplemente me miraste, sonreíste y me invitaste a tu lado otra vez.
Los planes para el verano han tumbado. "Bomba de humo", como diría alguien que yo me sé. Me crié en la plaza, la gente que me conoció en aquel periodo de mi vida sabe que eso significa que necesito un planning mental de mi futuro (al menos del próximo). Me dan vértigo las cosas inesperadas, me agobian las cosas que toman forma a tan poca distancia de mí... es defecto de fábrica, falta de autoestima o como os apetezca llamarlo, es porque no me veo capaz de resolver los problemas con tan poco tiempo de reacción.
Y aquí estoy, currando para nadie y para nada, con el sonido del cine de verano de fondo y la ventana abierta de par en par... bonita noche vacía de principios de verano.
Supongo que no soy la única que puede dividir su vida en etapas. No etapas como: universidad, colegio, trabajo... no, etapas más cortas. Hay temporadas en que mi mente es completamente banal y se centra en los problemas más terrenales, en los exámenes, en salir, etc, pero también hay etapas en las que de repente me vuelvo un ser filosófico trascendental insoportable que piensa sobre su futuro, sobre el rumbo de la vida y sobre sus relaciones. Coincide, obviamente, con las temporadas de ocio... lo que me lleva a pensar si lo natural para mí no sería alejarme del estrés y de la vida a toda velocidad y tratar de entender qué es lo que realmente quiero.
Por eso me gusta la frase "como un lazo en un ventilador".
En lo alto de aquel rascacielos, en el restaurante más alto del mundo, allí estaban ellos dos. Era obvio que era una de sus primeras citas. Ella casi no había probado el helado y se tocaba continuamente el pelo mientras miraba la mesa. Él trata de captar su atención y de hacerla reír todo el tiempo. "¡Qué parados son en este país!", recuerdo haber pensado atravesándoles para contemplar todas esas lucecitas que nos rodeaban. En un gesto inconsciente me levanté para sacar una foto de la Perla y escuchar de qué hablaban. Naturalmente me quedé con cara de tonta al recordar que no estaba en mi continente.
He visto muchas cosas, ¿es un tópico decir que los viajes cambian tu punto de vista?, pues me da igual, lo cambian. No me había dado cuenta de que mi vida estuviera tan carente de contrastes, no sé como describirlo, pero yo diría que la uniformidad está (estaba) muy presente en mi vida de antes. Puede que en unos pocos días olvide este estado transitorio y recupere mi rutina, pero mientras tanto siento que se me ha removido algo por dentro. Lo achaco también a un buen libro en el momento justo. Es como si durante estos 20 días me hubiera olvidado de lo que era ser la yo de antes. Puede que tenga que bajar a un pozo con un bate de béisbol.
Hoy me ha dado por escuchar una y otra vez un par de canciones de los beatles entre tema y tema de estudio. Tengo tantos planes de futuro y cumplo tan pocos que a veces me daría cabezazos contra la pared, es como una sensación constante de estar en letargo, de esperar a que mi cerebro se decida a comenzar la acción y entonces como en una peli mala malísima me pondré a dar patadas giratorias hasta que cumpla mis objetivos. Sacaré la metralleta y la mirada de odio profundo y me abriré paso como los soldados en la guerra. No sé por qué escribo esto, pero sé que es verdad. Necesito vacaciones..
Normalmente llego a casa y mientras me ducho trato de entender por qué estoy tan cansada. Generalmente encuentro una explicación (entregas, muchas horas de clase, compromisos...), pero hay días que por más que pienso no lo entiendo. Calculo las horas que llevo fuera de casa (no son demasiadas), las clases que he tenido (sólo un par), el estrés que me han supuesto (lo estándar), confirmo que te he visto y hemos tenido un rato para nosotros (esto suele ser fundamental)... nada, es incomprensible, estoy agotada y no sé por qué. Debe ser que hay luna llena.
Las cosas están como dijiste una vez, sentados en una terraza, que estarían.
"Tú vas a estudiar arquitectura", y sonreías. Yo te miré sin ser consciente de que el instante se estaba grabando a fuego en mi memoria y te dije que no, sin más. Suponía que siempre ibas a estar ahí para ayudarme a elegir en la vida, que me verías rellenar el papel en el que decidiría mi futuro y en ese momento te miraría y te diría que tenías razón, sonriendo, porque en mi cabeza ahora siempre te quiero sonreír.
A veces estoy viendo una peli y pienso que las cosas me afectan más que hace unos años. Conforme vas creciendo te sientes más identificado con las situaciones que ves, cada sentimiento lo relacionas con el mismo que tú tuviste en tu experiencia particular... nos hacemos más sensibles porque sabemos de qué va la cosa. Sin embargo, a la par que te vuelves más sensible ocurre algo curioso pero no contradictorio, te haces insensible. A menudo creo que cada vez soy más capaz de ignorar las ganas de llorar, la pena o la compansión, soy capaz de construir una coraza. Quizá sea que simplemente cuando creces aprendes a digerir los sentimientos.
A veces creo que la inercia me va a romper en un millón de pedacitos infelices que caerán cada uno en un sitio diferente. Se expandirán por todo el suelo y las paredes de la habitación como en la más desagradable de las películas gores, como cuando muere un vampiro en True Blood. Pero no es asqueroso y rojo sangre y negro víscera y coágulo. Lo que explota de mí me lo imagino como lucecitas, pequeños fragmentos de ilusión por lo que hago que dejan de brillar cuando tocan la pared o el suelo.
Me gusta dibujar retratos por una razón muy simple: no soy nada observadora. Podéis pensar que no tiene nada que ver, pero tiene mucha relación. Al dibujar a alguien es inevitable si quieres lograr el máximo parecido que te fijes al milímetro en cada detalle, en cada sombra, en cada imperfección... y ahí esta la relación. Yo, que no suelo fijarme en nada, me veo obligada a analizar cada detalle, cada sombra y cada imperfección de la persona a la que dibujo. Es mi manera de memorizar a las personas.
Hace mucho tiempo que descubrí lo que significaba inevitable. Inevitable significa (como dice la canción) que no se puede parar. Inevitable es algo que te arroya como un tren, es imposible no dejarse atropellar. La diferencia aquella vez la marcamos nosotros al no arrepentirnos, ¿para qué? es imposible parar algo inevitable.
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